La
obra del pintor panameño Guillermo Trujillo
sobresale no sólo por la calidad de su tratamiento, sino por la
trascendencia, intensidad y por su énfasis en asuntos ancestrales de
su temática. Guillermo Trujillo visita el
pasado y rescata para nosotros hermosos rituales olvidados y recreados
en la fértil imaginación del artista.
En la obra de
Trujillo, el ser humano y la naturaleza se
contemplan a sí mismos con reverencia extrema. Esos mundos
primigenios, aún no asaltados por la barbarie y la ira, resultan
conmovedores porque nos acercan a las fuerzas primeras, nos acercan al
asombro frente a la lluvia o el trueno, frente al animal herido o
perdido que mira ansioso el horizonte incomprendido.
No deja de haber buen humor y
alegría en las pinturas de
Guillermo Trujillo,
pero tampoco ese garfio que atrapa al observador desprevenido y le
induce a pensar, sobre todo, en su origen. La pintura de Guillermo
Trujillo está, a pesar de sus años, impregnada de plenitud de vida y
juventud.
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