sábado, 26 de septiembre de 2015

juventud y maestría en
 




La obra del pintor panameño Guillermo Trujillo sobresale no sólo por la calidad de su tratamiento, sino por la trascendencia, intensidad y por su énfasis en asuntos ancestrales de su temática. Guillermo Trujillo visita el pasado y rescata para nosotros hermosos rituales olvidados y recreados en la fértil imaginación del artista. 
En la obra de Trujillo, el ser humano y la naturaleza se contemplan a sí mismos con reverencia extrema. Esos mundos primigenios, aún no asaltados por la barbarie y la ira, resultan conmovedores porque nos acercan a las fuerzas primeras, nos acercan al asombro frente a la lluvia o el trueno, frente al animal herido o perdido que mira ansioso el horizonte incomprendido.
No deja de haber buen humor y alegría en las pinturas de Guillermo Trujillo, pero  tampoco ese garfio que atrapa al observador desprevenido y le induce a pensar, sobre todo, en su origen. La pintura de Guillermo Trujillo está, a pesar de sus años, impregnada de plenitud de vida y juventud.

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